Por Jaqueline Reinoso.
Músculos, huesos y todo el organismo se beneficia de la actividad física. En la piel, el órgano más extenso y, en ciertas áreas, el mas expuesto, también repercute a la practica física.
La relación aunque no parezca, es directa. «El ejercicio estimula la circulación sanguínea, mejorando la llegada de oxígeno y nutrientes a cada célula del cuerpo. La mayor oxigenación de la piel se traduce en una mejora de sus condiciones. Favorece el color, su textura se vuelve más suave y su aspecto más sano», detalla Laura Mijelshon, dermatóloga miembro de la Sociedad Argentina de Dermatología.
La oxigenación es un punto clave para nuestro organismo. En la piel, cuando este proceso se da más y mejor, se contrarrestan los efectos negativos del envejecimiento. Entonces, «se mantiene hidratada y bien nutrida», afirma Mijelshon. Por esta razón, el ejercicio regular ayuda a atenuar huellas del envejecimiento, como arrugas y otras marcas.
La transpiración que sigue el ejercicio también tiene un efecto en la piel, ya que cuando ésta aumenta se eliminan toxinas que drenan a través de los poros con más rapidez debido al entrenamiento. «Con la sudoración los poros se destapan, permitiendo la salida de toxinas de otras sustancias que se eliminan así de nuestro cuerpo. Además, los conductos que permanecen permeables, tienen menor riesgo de producir comedones y algunos, incluso se destapan», explica Mijelshon. La eliminación de impurezas en la piel gracias a la naturalización de toxinas a nivel local se produce «si realizamos ejercicios con la cara limpia. De lo contrario, el sudor mezclado con maquillaje llevaría a todo lo contrario, ensuciando la piel y aumentando la aparición de puntos negros» aclara Liliana Demarchi, dermatológa miembro de la Sociedad Argentina de Dermatología.
El movimiento suma efectos «se fortalecen o regeneran estructuras que dan mayor tono y firmeza a la piel, reduciendo la flacidez y ciertas arrugas superficiales», agrega Mijelshon. Con la actividad física también se remueven constantemente el colágeno y la elastina, fibras responsables de la firmeza de la piel. Es por eso que «el ejercicio regular contribuye a que tengamos una piel más firme y elástica, así como más resistente a cambios como el estiramiento que se produce al subir d peso», añade.
En una palabra, «el aumento de velocidad de la circulación de la sangre; la tonicidad y la elasticidad que se gana; así como la llegada de oxigeno y la sudoración son los procesos que vuelven al ejercicio regular un excelente complemento de tratamiento estético para nuestra piel», asegura.